
Luego de haber vivido un cruce atípico en una noche casual, mi compañera eterna, enemiga y confidente quedó perturbada por un solo pensamiento. No puedo quitarla de esa incertidumbre.
Miles de lugares, cientos de caminos posibles, elecciones a cada segundo, infinitas posibilidades. Casualidades que no tienen ni tendrán explicación lógica.
Desborde de energía sobre la tierra, luces cruzadas, aproximaciones sin sentido. Un solo cuestionamiento.
Frente al juego del destino, lo erróneo y lo correcto se fusionan hasta perderse en una bruma enigmática. Invasión de pura indecisión que nubla mis ojos. El momento se filtra entre mis dedos, lo veo pasar. Se va, dejando sólo un puñado de incógnitas y un poco de nada.
Pienso, reflexiono, miro hacia atrás con nostalgia.
Me pregunto. ¿Hice bien en sólo observar o debí haber sido protagonista de ese instante?
Ahora y aquí, me quedo con la dolorosa angustia de no saber jamás si dependía de mí cambiar el color del cielo de mi vida.